El Real Madrid compendió en el último partido todas las virtudes que le han coronado como el mejor campeón de Liga de la historia. Fue un equipo intenso, voraz, vibrante y ambicioso, que sometió a su rival a un asedio por momentos brutal. No era un equipo cualquiera, sino el Mallorca de Joaquín Caparrós, que se jugaba Europa en Chamartín. No tuvo opción. El campeón le avasalló de principio a fin, y regaló a su gente un cierre digno de una Liga de Campeonato.
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